Con este post inicio una serie de reflexiones sobre la actividad profesional que forman parte de una monografía (Claves para la gestión de despachos y firmas profesionales) que verá la luz próximamente.
EL EJERCICIO DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL
El mercado de los servicios profesionales
En la mayoría de los países, el peso específico de los servicios dentro de las economías nacionales ha presentado un extraordinario crecimiento en las últimas décadas.
En este sentido, en España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, el porcentaje del Producto Interior Bruto del sector servicios pasó del 46,3% en 1970 al 71,6% en 2010. La estructura económica de nuestro país debe confirmar que esta tendencia se mantenga en los próximos años.
Refiriéndonos en concreto a los servicios profesionales, estos han experimentado notabilísimos crecimientos en los últimos diez años, en los que se ha doblado la facturación y se ha superado el 50% en crecimiento del empleo en el sector.
Sin embargo, y a pesar de su importancia, son muchos los factores que inquietan sobre el presente y el futuro de los servicios profesionales en España:
– Tamaño de los despachos
Aunque esta cuestión será analizada en detalle en el capítulo 3, se puede afirmar con rotundidad que una característica, y en mi opinión uno de los problemas fundamentales de nuestro mercado profesional, es su gran atomización. El número de despachos y firmas dedicadas a la prestación de servicios de asesoría, consultoría o auditoría es muy elevado, lo que condiciona la competencia, la calidad y la capacidad de muchos de ellos.
– Honorarios bajos o muy bajos
En España los honorarios que facturan los profesionales, en comparación con los de nuestro entorno, son francamente bajos, llegando en muchos casos a no superar el 50% de los existentes en otros países
Algunos servicios, como los de abogacía se habían mantenido en cifras razonables hasta la llegada de la crisis, mientras otros, cómo la auditoría o la consultoría, han caído a límites que carecen de toda lógica. En los últimos datos publicados por el ICAC (Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas), el precio medio declarado por las firmas de auditoría se situaba en ¡poco más de 65 euros! la hora de equipo de auditoría. Parece increíble que en una profesión tan compleja y de tanta responsabilidad se esté cobrando a precio inferior al de un taller de reparación de vehículos…
– Competencia
El mercado en España presenta una gran competencia y un claro exceso de oferta, debido a la atomización a la que antes nos hemos referido, pero también a otros factores como los relacionados con la llegada de firmas y despachos extranjeros, tanto en asesoría como en auditoría y, en menor medida, en las actividades de consultoría y con el intrusismo profesional, especialmente acusado en el ámbito del asesoramiento tributario, contable o laboral.
– Escasa valoración de los servicios prestados
A diferencia de lo que ocurre en otros países, en general, el servicio profesional en España no se valora adecuadamente por los clientes. Probablemente en ello influye, en muchos casos, la falta de cualificación y de calidad en el servicio, pero, quizás en mayor medida, el que los profesionales no hayamos sabido explicar o “vender” el valor añadido que pueden aportar nuestros servicios. Existe cierta carencia de “educación” en los ciudadanos y en las empresas que no les permite percibir y valorar adecuadamente un servicio profesional.
– Falta de preparación y de vocación empresarial
Ya hemos indicado que en general los profesionales no reconocen, y muchos no lo quieren asumir, su rol como empresarios, lo cual explica, en cierto modo, muchas de las circunstancias del mercado: dificultades para la comercialización de los servicios; falta de planificación y organización de las firmas; falta de control de calidad, de la evaluación de la satisfacción del cliente o del aseguramiento de riesgos; problemas de sucesión o de relaciones entre socios; y un largo etcétera.
A estas características estructurales del mercado español, han de añadirse otras que se originan por la coyuntura de crisis que atravesamos, que ha originado que problemas como los de la reducción de honorarios o del incremento de la competencia se hayan acentuado. Cuestiones como la alta morosidad y las dificultades de cobro de los trabajos; la necesidad de realizar extraordinarios esfuerzos comerciales para mantener la facturación, consecuencia de la desaparición de miles de empresas que han hecho reducir la “tarta” y no tanto los que se la tienen que “comer”; o la adaptación de los recursos humanos al nuevo entorno, han venido a añadir más dificultades a la ya compleja situación del sector.