¿Por qué las empresas españolas no son competitivas?
Parece que de repente todos nos hemos caído del guindo y nos hemos dado cuenta de que en España tenemos empresas poco competitivas. Esto, unido a nuestra dependencia energética y al gran déficit exterior, hace albergar numerosas incertidumbres sobre el futuro económico de nuestro país.
La bonanza económica de un largo ciclo de 30 años, basada en el sector de la construcción, el turismo y el consumo interior, han sido grandes árboles que no han dejado ver el bosque. Y en el bosque se cernían grandes amenazas que ninguno de los gobiernos de turno han sabido o podido atajar.
Según el último dato disponible de la Organización Mundial del Consumo (OMC), España ha pasado de tener en 2000 una cuota del 2,1% de los mercados mundiales al 1,7%, pasando a ocupar el puesto 17 del ranking mundial. Además, el informe sobre competitividad mundial (The Global Competitiviness) relativo a 2009, que elabora el World Economic Forum, ratifica que España ha perdido cuatro puestos en el último año, descendiendo del número 29 al 33.
Pero, ¿por qué la empresa española no es competitiva? ¿por qué nuestras empresas tienen una productividad tan baja?
Ciertamente son muchas y complejas las razones que nos han llevado a esta situación, que podríamos agrupar de la siguiente forma:
– Factores estructurales :
o España tiene un marco jurídico regulatorio de la actividad empresarial aún muy burocratizado y con escasa flexibilidad.
o La legislación laboral adolece de profundos defectos, lo que genera discriminación (contratos con costes de despido muy superiores a la media europea, coexistiendo con otros en los que el despido apenas tiene coste), desincentiva la creación de empresas y presenta una rigidez excesiva.
o Bajo nivel de formación, tanto universitaria (ninguna Universidad española esta situada entre las 150 primeras del mundo), como escolar y de formación profesional (ocupamos los últimos lugares de los ranking de toda la OCDE). A ello hemos de añadir el enorme fracaso escolar de la educación secundaria, y la escasa formación continua de los trabajadores.
– Factores históricos:
o Retraso en sectores con alto componente tecnológico
o Excesiva concentración de nuestra estructura productiva en el sector de la construcción y en servicios de escaso valor añadido.
o Bajísimo volumen en inversión en I+D+i, muy por debajo de la media europea ponderada con el PIB.
– Factores culturales:
o Escasa cultura de la innovación
o Carencia de planificación , organización y disciplina , lo que origina escasa eficacia , a pesar del gran número de horas que se emplean en el trabajo.
o Excesivo absentismo
¿Qué podemos hacer? ¿Pueden plantearse soluciones?
Por supuesto que si , pero con efectos en el medio y largo plazo y con una estrategia conjunta y consensuada de gobierno , oposición , patronal , sindicatos , empresarios y ciudadanos en general. Tenemos que cambiar la estructura empresarial de este país y entre todos lo podemos conseguir.
En primer lugar, reformando drásticamente nuestro sistema educativo en todos los niveles: escolar, formación profesional y universitaria. El futuro esta en nuestros hijos y ellos son los que tienen que liderar el cambio.
En segundo lugar homogeneizando y flexibilizando el marco legal y laboral en el que operan nuestras empresas.
Además, debemos apostar decididamente por la investigación, el desarrollo, la innovación y el uso de las nuevas tecnologías, apoyando a sectores en los que el conocimiento sea la base, así como a la industria y al desarrollo de servicios de alto valor añadido.
El reto es enorme , pero sin duda que merece la pena.